LIBERTADORES
Flamengo con pulsaciones aceleradas antes de la final de la Copa Libertadores frente a Palmeiras y con una previa con un espectáculo paralelo, un retrato fiel de una hinchada que no conoce límites para hacerse sentir. Las calles cariocas se tiñeron de rojo y negro. Bombos, bengalas, cánticos que retumbaban entre los edificios y un clima de fervor que anunciaba que no sería un día cualquiera.
El plantel del Mengão, sin la presencia de Gonzalo Plata, se preparaba para partir rumbo a la concentración previa al duelo decisivo del sábado; del otro lado, miles de hinchas se apretujaban en un ritual que ya forma parte del ADN flamenguista, despedir al equipo como si se tratara de una procesión religiosa.
Previo al Mundial de Clubes, ya se habían registrado hechos similares, un grupo de aficionados decidió ir más allá del aliento y se lanzó literalmente sobre el bus en un intento por acercarse al plantel desencadenando una escena difícil de describir, los fanáticos treparon al techo del vehículo, detectaron la toma de aire y, uno a uno, comenzaron a colarse por esa estrecha abertura. Entre risas y cámaras de celular en alto, varios hinchas lograron entrar al bus y quedaron cara a cara con los jugadores. Algunos solo querían grabar un video, otros improvisaron discursos de motivación, otros simplemente buscaban tocar a sus ídolos.
La sorpresa de los futbolistas se notó, no todos los días la línea entre camarín y tribuna desaparece de un salto por el techo. Jorginho con humor dijo en un video: “Perdí mi remera, pero eso es lo mínimo que puedo hacer por ustedes. Por la gloria eterna ¡Vamos Flamengo!”, publicó, en un mensaje. Flamengo llega a la final con la presión de un gigante que vive por y para la gloria continental. El Mengão ya está en modo final. Y su gente, no se queda al margen.
