SOÑAR NO CUESTA NADA… La amenaza en ciernes

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Por: Fedgar

Para nadie es ajeno, que el ambiente del continente americano se tornó tenso y la posibilidad de que Estados Unidos ejerza una presión directa y quizá una intervención encubierta, sobre Venezuela, es sin duda alguna una amenaza en ciernes. Los ecos de esa advertencia, que resuenan desde Washington, despiertan en la región el viejo temor de que el equilibrio geopolítico latinoamericano vuelva a pender de un hilo.

Estados Unidos ha manifestado su inconformidad con las recientes decisiones del gobierno venezolano, especialmente en torno a sus alianzas estratégicas con Rusia, China e Irán; así como, por la situación de los derechos humanos y el control de los recursos energéticos. No es la primera vez que el país del norte se erige en juez y se entromete en los asuntos internos de los países del sur; pero a diferencia de ayer, hoy, su accionar se entrelaza con un contexto mundial, más volátil y multipolar, donde cada movimiento puede desencadenar reacciones en serie.

De concretarse una acción de mayor imposición, ya sea económica, diplomática o incluso militar, las consecuencias serían nefastas. En primer lugar, América Latina podría dividirse nuevamente entre quienes respaldan la soberanía venezolana y quienes apoyan la injerencia estadounidense. Esa fractura, que tantas veces ha debilitado la integración regional, marcaría un retroceso en los esfuerzos por consolidar una voz latinoamericana común ante el mundo.

En segundo término, el impacto económico sería inmediato. Venezuela, con sus enormes reservas petroleras, constituye un actor clave en la energía del continente. Un conflicto o sanciones más severas afectarían el precio del crudo, el comercio y la estabilidad de los países que dependen de sus importaciones. Pero, sobre todo, afectaría a su población civil, ya castigada por años de crisis y polarización.

En el plano geopolítico, el escenario se tornaría aún más complejo. Rusia y China, aliados estratégicos de Caracas, no permanecerían indiferentes ante un nuevo intento de intervención occidental en su esfera de influencia. La región podría convertirse en tablero de confrontaciones indirectas, como ya sucede en otras latitudes. América Latina, en vez de espacio de cooperación y desarrollo, volvería a ser terreno de disputa entre potencias.

Frente a esta amenaza en ciernes, el continente tiene una oportunidad histórica: afirmar su autonomía. No se trata de defender ideologías o gobiernos, sino de defender el principio de soberanía y la búsqueda de soluciones internas a los problemas internos. El futuro de Venezuela —y por extensión, el de América Latina— no puede decidirse desde un despacho extranjero.

Como soñar no cuesta nada, es hora de recordar que los pueblos latinoamericanos, más que fronteras, comparten una historia de resistencia, dignidad y esperanza. Si los vientos de la amenaza soplan desde el norte, nuestra respuesta debe ser el diálogo, la unidad y la sensatez política.

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