SOÑAR NO CUESTA NADA… El uso y abuso de las redes sociales

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Por: Fedgar

En Ecuador, las redes sociales se han convertido en un nuevo escenario de poder, donde la desconfianza hacia las instituciones crece y los espacios públicos tradicionales se deterioran; en virtud a que, las plataformas digitales han ocupado ese vacío. Allí se debate, se juzga, se condena y se celebra, con la inmediatez de un clic y la fugacidad de una tendencia. Lo que antes se resolvía en plazas o asambleas, hoy se discute y muchas veces se destruye, a través de una pequeña pantalla.

Desde una perspectiva sociológica, las redes son el espejo de una sociedad fragmentada. Reflejan la desigualdad, el resentimiento y la necesidad urgente de reconocimiento. En un país con profundas brechas sociales, el mundo digital ofrece una ilusión de igualdad. Pues, todos pueden opinar, todos pueden “ser alguien”; pero esa aparente democratización del discurso se distorsiona, cuando el ruido reemplaza a la razón, y la desinformación se propaga con la velocidad del impulso.

En el plano político, las redes han modificado la relación entre el ciudadano y el poder. Hoy, un tuit puede tener más impacto que una ley, y un video viral puede alterar la agenda de gobierno. El debate público se ha convertido en espectáculo, donde lo que importa no es la verdad sino la emoción. La política se mide en “likes” y la credibilidad en seguidores. Se gobierna desde la imagen y se protesta desde la pantalla.

Este fenómeno ha generado una sociedad más reactiva que reflexiva. Las redes, en lugar de propiciar el diálogo, refuerzan la polarización. Nos dividen en bandos irreconciliables, alimentados por burbujas informativas que confirman lo que ya pensamos. Y mientras discutimos por nimiedades, los verdaderos problemas como la pobreza, la inseguridad, la corrupción, continúan su curso silencioso.

No obstante, las redes también pueden ser una herramienta de cambio. En ellas laten las voces jóvenes, las causas sociales, las denuncias ciudadanas que, de otro modo, quedarían en el olvido. La clave está en recuperar su sentido original, comunicar para transformar y no para manipular.

Ecuador necesita reencontrarse consigo mismo también en el mundo digital. No podemos permitir que la virtualidad sustituya el pensamiento crítico, ni que el algoritmo defina nuestra conciencia. Las redes deben servir a la sociedad, no dominarla.

Soñar no cuesta nada, como soñar que todavía es todavía posible en un país donde la palabra recupere su peso, donde la verdad tenga más fuerza que el ruido. Pero para ello, debemos aprender a pensar antes de publicar, a dialogar antes de atacar, y a construir antes de destruir. Porque cuando las redes sociales reemplazan la reflexión y el ruido sustituye al pensamiento, la democracia se debilita.

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