SOÑAR NO CUESTA NADA… Dejó de ser un espejo…

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Por: Fedgar

Para los ecuatorianos, Estados Unidos fue el espejo en el que muchos creyeron ver su futuro realizado. Riqueza, oportunidades, estabilidad, ciencia, libertad individual y movilidad social. Ese sueño, aunque nunca fue perfecto ni universal, ofrecía una promesa poderosa. Hoy, sin embargo, el relato se ha agrietado y millones dentro y fuera de su frontera se preguntan qué está pasando en esa nación que alguna vez parecía indestructible.

El deterioro de la calidad de vida en Estados Unidos no responde a un solo factor. Es el resultado de tensiones acumuladas, decisiones políticas dispares y una sociedad profundamente dividida. La desigualdad económica es quizá la señal más visible. Mientras las grandes corporaciones y las élites financieras aumentan su riqueza a ritmos vertiginosos, el ciudadano común enfrenta salarios estancados, viviendas inalcanzables y un costo de vida que sube como si ignorara el cansancio humano. El país de la clase media empieza a parecer tierra de extremos.

Hay además un desgaste social evidente. El tejido comunitario, ese espíritu de cooperación y unidad que sostuvo a la nación en tiempos difíciles, luce fragmentado. La polarización política ha convertido la diferencia en enemistad. Las redes sociales amplifican el resentimiento y reducen la empatía. La confianza en las instituciones se erosiona, y con ella la sensación de pertenencia y propósito colectivo.

El acceso a servicios básicos revela otra grieta. La salud es extraordinaria para quien puede pagarla, pero un vía crucis para quienes caen al margen del sistema. La educación universitaria ofrece excelencia, pero su costo condena a generaciones enteras a la deuda. Un modelo que prometía libertad termina dejando a muchos atrapados en obligaciones financieras que roban futuro y tranquilidad.

A esto se suma la violencia cotidiana. El país que defiende con fervor el derecho a portar armas enfrenta tiroteos masivos con una frecuencia alarmante. El miedo se cuela en las escuelas, en los centros comerciales, en las calles. El debate se vuelve emocional, ideológico, inmóvil. Mientras tanto, las víctimas siguen aumentando.

Como soñar no cuesta nada, los ecuatorianos debemos despertarnos a la realidad. El sueño americano, ahora parece ser solo una quimera. Pues, la inmigración, motor histórico del progreso estadounidense, se ha convertido en un campo de batalla político. El país parece debatirse entre su vocación de apertura y su miedo a perder control. Se idealiza y demoniza al migrante con la misma intensidad. Detrás de esa tensión hay personas reales, sueños truncos y fronteras que marcan más que territorio: marcan vidas.

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