Por: Fedgar
Para nadie de los ecuatorianos analíticos, queda en entredicho que la consulta popular, terminó dejando al Gobierno, frente a un espejo incómodo. El reflejo de un país que no compró su narrativa, que no apostó por sus reformas y que, en varios sectores, mostró una distancia emocional cada vez más amplia con el poder. La derrota no es solo electoral; es simbólica. Y en política, los símbolos pesan tanto como los votos. Pues, ahora el Ejecutivo no tiene tiempo para lamentos. Debe reorganizar su tablero con rapidez, serenidad y prudencia; porque, un Gobierno que pierde una consulta, no queda caído, pero sí, queda advertido.
El error más grave sería repetir la misma estrategia, como si nada hubiese ocurrido. La consulta demostró que el país no cree, por lo menos por ahora, en el discurso oficial. Persistir en la misma línea sería profundizar la desconexión. El Gobierno debe reformular su discurso, volver al territorio, escuchar, identificar las heridas y comprender que las reformas técnicas no sirven, si no se atienden las urgencias emocionales de un Ecuador herido.
Es hora que, el Gobierno construya acuerdos transversales, no solo con aliados ocasionales, sino con todos los bloques que estén dispuestos a priorizar ciertos temas, tales como: seguridad, economía, empleo juvenil, inversión productiva. Entonces, entendamos que el país votó NO desde la angustia cotidiana. La ciudadanía percibió una consulta lejana a sus necesidades reales. Por eso, el Gobierno debe concentrarse en promover políticas claras de seguridad, visibles y medibles; programas de empleo rápido; reducción de trámites; apoyo directo a sectores vulnerables y estabilización institucional.
No perdamos de vista que, La Costa fue el epicentro del NO. Y su mensaje no fue ideológico, fue emocional, como decir: no nos sentimos escuchados. El Gobierno necesita recuperar presencia real en territorio, donde la crisis se vive con más crudeza. También no olvidemos que, después de una derrota, es fácil buscar culpables en la oposición, en los medios, en los malos entendidos o en las redes sociales. Pero caer en la narrativa del enfrentamiento solo profundizará, el aislamiento.
Está claro que, la consulta estuvo marcada por un exceso de propaganda y un déficit de credibilidad. A partir de ahora, el Gobierno debe de demostrar con hechos y no con anuncios. Cada decisión debe tener impacto real. La comunicación debe ser sobria, transparente y basada en indicadores verificables.
Como soñar no cuesta nada, tengamos en cuenta que, la derrota en una consulta no destruye a un Gobierno, lo desnuda; lo obliga a preguntarse qué entiende por país, a quién escucha y desde dónde gobierna. El desafío del Ejecutivo no será recuperar popularidad, sino recuperar conexión humana con un Ecuador cansado, vulnerable y lleno de miedo.





