Somos demócratas teóricos

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email

Por: Manuel Castro

En los discursos de los políticos, periodistas, académicos y opinadores de diversas corrientes, coincidimos que el mejor sistema de gobierno es el democrático, el respeto a las leyes, la búsqueda de la paz y el progreso, el imperio de la razón y de la realidad, el derecho del gobernante a gobernar y guiar, pero en la práctica vivimos en permanente oposición, exigimos justicia social pero que no nos impongan cumplir con nuestras obligaciones, justicia a nuestro antojo, nada de tocar el Código Laboral expedido en 1938 y en general mantenemos que estamos mal gobernados, al igual que en Israel y en los Estados Unidos. Repetimos que en el decurso de nuestra historia solo hemos sufrido fracasos sociales, económicos y tecnológicos por culpa de los gobernantes “que hemos elegido”, por la permanente corrupción y por el olvido de la existencia de las clases marginadas y pobres, lo que ha sido aprovechado por la izquierda radical y el denominado socialismo del siglo XXI, con experiencias nefastas como el caso del correísmo y sus líderes. Unos prófugos, otros encarcelados y se supone con evidencias y sentencias todos ricos.

Entonces, en el fondo y en la forma, una mayoría actúa como populista, que no otra cosa es el progresismo. El populismo -como ha sido definido por tratadistas serios- como una forma de democracia autoritaria (que deja de ser democracia), que originalmente ha surgido como una reformulación de posguerra del fascismo. Así, la idea de un líder, un solo partido, una sola acción, banderas y eslóganes, los fracasados marxistas (juntos han estado el marxismo y el fascismo), con el tinte de nuevos revolucionarios han pasado -mediante las urnas- a ejercer el poder, como en Latinoamérica Perón, Trujillo, Somoza, Fidel Castro, Chávez, Maduro, Ortega, Correa, tal vez Bukele, quienes han tenido o tienen a sus países en el absoluto atraso económico y social, con ausencia de libertades, mediante la propaganda y la represión al estilo de su amado Stalin y de la pequeña violencia del Che Guevara, ídolo que con su idealismo sólo ha producido exitosas camisetas y ningún bien para Cuba, Argentina, ni para entusiastas e ingenuos jóvenes cuya mística es la predicación de la violencia.

Así, sin querer queriendo, por parecer modernos, inconscientemente actuamos como progresistas o populistas modernos. Pruebas al canto: el correísmo, que tiene todavía gran fuerza política, la izquierda radical que es una forma de populismo neoclásico, la academia y las universidades que con pensamientos de hace dos siglos únicamente tienen discursos teóricos y nada de soluciones a los problemas actuales, las organizaciones sindicales, indígenas, docentes, que viven en compartimentos estancos, cuasi marxistas, en este mundo globalizado. El único que de frente proclama su marxismo andino o barbarie es Iza y Vargas de tomarse Quito, Ibarra.

Como dice Ortega y Gasset: “Muchos escritores (y otros) buscan en el tema político y en el panorama mundial, el pretexto para no ser inteligentes”.

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email