Por: Kleber Mantilla
Es curioso escuchar a varios analistas sobre hospitales colapsados, datos de criminalidad múltiple y un castigo presupuestario a la educación, como si fueran maquetas en construcción diseñadas por un pipiolo adinerado lleno de crueldad, capricho y excentricidad. Al escándalo de corrupción con la firma estadounidense, Progen, por la compra de generadores eléctricos obsoletos, se suma la travesura pomposa con HealthBird, un espectro virtual que manejaría 102 hospitales y el agendamiento de citas médicas. Ni cómo negar: el testimonio de militares que torturaron niños afroecuatorianos, el video del asesinato a comuneros en un paro popular y la ácida incapacidad de decidir; castigar e intimidar a estudiantes y depender de la fuerza represiva, tras un rechazo legítimo en las urnas.
Lo más ilustrativo de la insensibilidad y truculencia del novato, Daniel Noboa, es lanzar la piedra y salir corriendo. Vino la entrega a la madre achuar, del cadáver de su bebé, en una caja de cartón, en el hospital de Taisha, en Morona Santiago. El lavado de manos y enredo de la ‘empleada vicepresidente’, María José Pinto, ante la falta de insumos y medicinas. A la vez, ni cosquillas cada dólar gastado en la visita al monarca árabe de Abu Dabi y al Grand Prix de Fórmula 1, el deporte más veloz y elitista. Un asunto de arrogancia corporativa y de extracción colonial de recursos alrededor de la industria de los automotores. Algo como el placer del aficionado opulento: ir en un Porsche lujoso a votar en Olón.
Es que, en el contexto internacional, el deporte y el debate político son un imán. Antes de la Copa Mundial de Fútbol 2026, hasta el conflicto ‘Donald Trump-Nicolás Maduro’ decae. Los misiles rusos instalados con dirección a los buques de guerra del Caribe no son poca cosa. Ni el petróleo vendido, en rublos y yuanes chinos. Allí, en la pelea por la mayor reserva de crudo del planeta. Claro, el relato de defensa del dólar y las antimafias también se cae tras una investigación fidedigna que fija a narcos de los Balcanes llevando droga en contenedores de Noboa Trading, la firma del Presidente ausente.
Y, si bien el correísmo se fracciona con la salida de la prefecta del Guayas, Marcela Aguiñaga, y se despedaza más con las festividades de Quito versión burlesca de la fe católica, de Pabel Muñoz, el joven Noboa se lanza al vacío dejando ingobernabilidad y orfandad de autoridad. Se escapa a Noruega a buscar abrigo en la ceremonia de entrega del Nobel de la Paz a María Corina Machado. Sin consensos ni alianzas. Sin dirección ni rumbo. Sin lograr rehacerlo todo. Sin tiempo ni lugar.




