Necesitamos una brújula, hacia el infinito océano de la sabiduría

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Adaequatio intellectus et rei

Por.  Eduardo Diaz A.

Hablemos, <sin adornos ni bombillos>, lo público no puede centrase en aspectos superfluos y baladís. La institucionalidad está en juego, pende de un hilo, la democracia no es una estructura de piedras, es una estructura de palabras. Lo público requiere de legitimidad, que no es otra cosa que la <confianza ciudadana>, y para lograr un gobierno confiable, se requiere al menos de una composición lógica secuencial, que permita a la administración pública, la correcta gestión de los recursos, y la satisfacción de las necesidades colectivas.

Hacer por el ser, lo técnicamente correcto y lo políticamente indispensable; hay que buscar la verdad social, porque independientemente de nuestra subjetividad o de nuestra falta de entendimiento o capacidad de aceptarla, lo cierto es, que la verdad existe por sí misma. Aristóteles definió la verdad como la adecuación de la mente a la realidad (adaequatio intellectus et rei).  En las sociedades democráticas modernas, deben jerarquizarse las normas, hay que desterrar todos los males, de los que traen inequidad con cuerdas de vanidad, de los que a lo malo dicen bueno y a lo bueno malo. Sobre la esfera pública es necesario redireccionar cuanto antes la gestión, en la definición más obvia:  Cuando, como, ¿dónde y por qué?

Platón, respecto de la jerarquía de los modos de conocimiento afirmaba que, el conocimiento racional, o episteme, es el conocimiento verdadero y permanente.

La estrategia sobre lo público es; actuar sobre el conocimiento verdadero, necesario, racional y sobre la dimensión social y su epistemología. Que la “espiral del silencio”, no sea pandémica, que la verdad se descubra, se anuncie como lo hizo Christian Andersen, en la ilustración vívida de la historia de “El emperador está desnudo”, necesitamos una brújula que apunte hacia el infinito océano de la sabiduría.

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