Mi reconocimiento a Marcela Aguiñaga

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Por: Antonio Ricaurte

No la conozco, jamás la he visto en persona, pero merece un aplauso y un gran reconocimiento ciudadano. No es fácil curarse del síndrome de Estocolmo.

Marcela Aguiñaga ha sido, con el auspicio del correísmo: ministra, asambleísta y prefecta de Guayas.

Militó durante muchos años en el extinto movimiento correísta. Su relación con el expresidente Correa fue muy estrecha, lo que le generó el síndrome de Estocolmo, que no es otra cosa que enamoramiento y dependencia del secuestrador.

La mayoría de militantes y autoridades del correísmo padecen el síndrome de Estocolmo. Son capaces de aguantar las locuras de un personaje como Correa, que presenta trastorno límite de la personalidad, bipolaridad, litio bajo y esquizofrenia.

Las autoridades correístas tienen muy baja autoestima: piensan que solos no pueden ganar elecciones sin el apoyo de Correa. Y en gran parte tienen razón, porque Correa les aporta un voto duro importante, pero al mismo tiempo les quita la posibilidad de avanzar más allá de ese voto duro por su forma de actuar, siempre sumergida en el lodazal de la política.

Las autoridades correístas le tienen pánico a Correa. Da mucha pena que figuras como el alcalde Pabel Muñoz —que es una gran persona y está muy preparado— no haya construido un liderazgo propio. Ahora vive bajo la sombra de un psicópata como Correa y no se ve que quiera liberarse ni curarse del síndrome de Estocolmo que también padece.

A Correa no le importa nada ni nadie; solo le importa él mismo. Bastó una reunión de Marcela Aguiñaga con Lourdes Tibán para que el psicópata perdiera la cabeza y se lanzara con todo en contra de ella. Ahora entiendo por qué Pabel Muñoz se ha alejado de amigos que lo quieren, pero que no comulgan con Correa, el secuestrador. También Pabel tendrá miedo de que el psicópata se entere de que se reunió con sus amigos.

Lo que ha hecho Marcela Aguiñaga al dejar el correísmo, sanarse del síndrome de Estocolmo y liberarse así del psicópata de Bélgica no lo hace cualquier persona.

Más vale tarde que nunca. ¡Muy bien, Marcela!

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