Por. Eduardo Diaz A.
En los últimos años, lo que ha venido sucediendo es un cambio en la pregunta. Si, la pregunta que pregunta, hasta hace no mucho tiempo la teoría del derecho, no entendía lo que preguntaba, lo que si sabía era que el sistema normativo era derecho, Y esto está cambiando porque ahora la crítica a la teoría del derecho es la pregunta: ¿quién ejerce el poder?
La realidad es pues, que todo se centra en el poder, y sobre la conexidad en cómo se ejerce ese mismo poder a través del uso de las normas. El termino derecho tiene la particularidad de ser polisémico, y nadie tiene el monopolio de la palabra, lamentablemente el término se ha convertido en un ejercicio más bien del oportunismo, utilizada en sentido amplio o limitado según convenga, porque hay quienes consideran que el derecho también es eso que existe en el seno de una sociedad de delincuentes, el uso de la palabra derecho nunca puede ser demasiado amplio, ya que en una sociedad de ladrones y estafadores no se puede considerar que exista derecho, en la medida en que las “normas” establecidas por dicha sociedad no responden al ideal de autoridad y legitimidad que debe caracterizar a toda norma jurídica, de ahí la importancia de sellar y hacer prevalecer en una nueva Constitución el verdadero sentido de Estado de Derecho, que es por el derecho y para el Estado, no por conveniencia y oportunismo semántico, por eso una Nueva Constitución Si.
De ahí, es pues que “nadie puede servir a dos señores” y parafraseando al filósofo Heidegger, la “Pregunta por el Ser en Ser y Tiempo”, en donde: <En un mundo saturado de certezas, Ser y Tiempo nos desafía a cuestionar lo que damos por sentado sobre nuestra propia existencia>. Lo que se busca es redefinir el ser, reubicarnos en nuestra temporalidad, en la que el presente se conecta directamente con un futuro incierto y un pasado que nos antecede. Lejos de ser una obra meramente teórica, la invitación reflexiva es entonces, a vivir de manera auténtica, reconociendo la finitud que da forma a nuestra esencia.
