DESCENSO
Lo que alguna vez fue un proyecto esperanzador en Ibarra, hoy es un eco amargo de frustración y resignación. Imbabura Sporting Club, acaba de firmar su segundo descenso consecutivo. La temporada 2025 fue un vía crucis futbolístico para los Gardenios.
Ni la reaparición de Joe Armas, pudo cambiar una campaña de irregularidad, la falta de jerarquía y una desconexión evidente entre las aspiraciones del club y su rendimiento en la cancha. Imbabura descendió en 2024 desde la Serie A junto a Cumbayá y lo que se esperaba fuera un proceso de reestructuración para regresar, terminó siendo la confirmación de un descalabro institucional.
El equipo ibarreño nunca logró asentarse en la Serie B. Las derrotas se volvieron costumbre, las tribunas se vaciaron y el entusiasmo se diluyó en la frustración. En el hexagonal por el descenso, el conjunto textilero se ubicó en la quinta posición de seis equipos, a diez puntos del 22 de Julio FC, el último en la línea de salvación.
Ni siquiera el triunfo 1-0 frente a Vargas Torres alcanzó para maquillar una campaña en la que el equipo perdió más de lo que jugó, y perdió su identidad. El golpe definitivo lo dio la victoria de Cumbayá sobre 22 de Julio (3-1), resultado que selló matemáticamente el descenso del Imbabura. Aunque los Gardenios cumplieron con la obligación de ganar su encuentro, ya no dependían de sí mismos.
Detrás de los resultados deportivos se esconde un problema más profundo. Imbabura, como tantas instituciones del fútbol ecuatoriano, ha padecido de improvisación dirigencial y falta de planificación. El regreso de Joe Armas fue más un intento nostálgico que una estrategia sólida.
Se le encomendó la tarea de reconstruir un plantel desbalanceado, con recursos limitados y un entorno que ya respiraba desesperanza, una de las peores defensas del torneo, escases goleadora y una tendencia a ceder puntos en los minutos finales, todo sumó para que Imbabura vuelva al descenso.
