El núcleo familiar, generalmente, asume la celebración de la Navidad cristiana para recordar el nacimiento del Niño Jesús en un marco de recogimiento y meditación. Lamentablemente, la Navidad, paganizada por el consumismo, se ha transmutado en una realidad mercantilista y derrochadora, en un ir y venir por los centros comerciales, tiendas, escaparates y bambalinas. Con todo el riego que ello implica. No es la abundancia de regalos, ni la fastuosidad de las mesas navideñas lo que nos traería momentos de felicidad, sino el hecho de estar juntos, de compartir en familia, llenos de optimismo, una cena frugal, modesta y sellarla, con un vibrante y emotivo abrazo de Noche Buena en la intimidad del hogar.
Si bien cada cultura, cada país tiene su propias costumbres y tradiciones, pero en el fondo todos aceptan que la Navidad es tiempo de paz y sana convivencia, sosiego y buena interrelación entre las personas, familias, instituciones y sociedades. No es época de confrontaciones, insultos y groserías; es tiempo de amor para la búsqueda, el encuentro, la identificación, la unión, la realización con otro ser en el marco del respeto y apoyo mutuo; no es el tiempo del desamor y los egoísmos; es el tiempo de la solidaridad con los postergados, los excluidos, los marginales, los necesitado, para tratar de acortar distancias, de mitigar sus males; no es el tiempo del egoísmo destructor; es el tiempo de la fraternidad con los pueblos y naciones que padecen la violencia de la guerra o el terrorismo; con vecinos, compañeros y conocidos para mantener buenas relaciones de convivencia social.
La Navidad 2025, con toda su carga de humanismo, nos lleva a vivirla, a compartirla, en el seno de la familia. Los momentos mágicos, propios del ambiente navideño, en este diciembre, pueden mostrarse menos alegres y animosos a causa de la inseguridad, del crimen organizado, de las “vacunas”, del desempleo y otros factores; pero el espacio familiar es irrenunciable, poderoso, para vivir intensamente el momento navideño.
Que el Niño Dios, que desafió y transformó los esquemas de su tiempo, que amó y fue amado, esté presente en nuestros corazones, hoy y siempre para llenarnos de vitalidad, de paz y amor, de agradecimiento por el sol de cada amanecer, por lo que somos, por nuestro trabajo, por nuestro pan de cada día, por la salud que disfrutamos, pese a los peligros…Por todo, porque hoy es Nochebuena y mañana Navidad.






