
Por. Eduardo Diaz A.
Para entender más claramente lo que esto quiere decir, volvamos a la narración del día en que se fundó la Republica. El 11 de septiembre de 1830, nacía el Estado Ecuatoriano, una Constitución escrita y un mandatario serian parte de los elementos constitutivos de la Republica. Los datos señalan; 195 años, 20 Constituciones, el mismo Ecuador, pero diferente, porque el constructo social, desde los hechos fundacionales ha cambiado desde su estructura fisiológica, demográfica y la composición del territorio, que pasó de ser una población 27% urbana, cuando se dio la primera gran migración interna, a ser en la actualidad el 63.1% que se encuentra dentro de las zonas urbanas y periferias urbano marginales (INEC,2025).
Aquí, cabe traer la alegoría de Platón, “La caverna metafísica” que ilustra la diferencia entre el mundo sensible y el mundo inteligible. En esta alegoría, los prisioneros de la caverna representan a los seres humanos que, debido a su educación limitada, <como escribió un colega columnista> “la tía del chat, que pregona sabiduría, con título escolar y eleva a consulta a su hijo bachiller y cuestionan la academia”, porque creen que el mundo físico es la realidad. La liberación de un prisionero de la caverna simboliza el proceso de ascenso al mundo inteligible, donde se puede ver más allá de las apariencias y entender la verdadera naturaleza de las cosas.
Y, ¿Por qué digo todo esto? Porque debemos despojarnos de las ataduras del falso derecho y optar por una Constitución, acorde a las realidades sociales , porque evidentemente el derecho, no puede ser concebido sino en función a su fin, que no es otro, sino el de justicia, porque sino la Constitución y la Ley, se convertirá en una fuente de poder mágico que hace que determinados sujetos produzcan cambios invisibles en el mundo y por ejemplo hagan que una casa deje ser propiedad de una persona para serlo de otra, o que un sujeto, se convierta en culpable de un delito ( peor que convertirlo en rana), por eso, una nueva Constitución Si, lejos de ideologías partidistas, para que la administración pública pueda cambiar estructuralmente nuestra vida social.





