Ecuador: un país que sigue esperando respuestas

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Ecuador atraviesa un momento decisivo de su historia reciente. La ciudadanía, golpeada por la inseguridad, la falta de empleo, el deterioro de la educación y un sistema de salud colapsado, vive entre la incertidumbre diaria y la esperanza frustrada de que, en algún punto, las soluciones lleguen. Sin embargo, esa espera se prolonga. Y mientras tanto, la realidad continúa imponiéndose con crudeza.

La violencia se ha normalizado al punto de alterar la forma en que los ecuatorianos viven, trabajan y se desplazan. Sectores enteros del país se sienten abandonados frente a bandas criminales, extorsiones, sicariatos y microtráfico que avanzan sin freno.La gente no pide discursos, pide poder caminar sin miedo, abrir sus negocios sin amenazas y enviar a sus hijos a la escuela sin pensar en lo peor.

Mientras la violencia crece, la falta de oportunidades empuja a miles hacia la informalidad, la migración o la desesperación. El sueldo básico no alcanza, el emprendimiento no despega sin apoyo y el empleo estable se vuelve un privilegio. Los ecuatorianos no piden milagros: piden trabajo digno, estabilidad y la posibilidad de construir un futuro para sus familias.

Las escuelas y colegios enfrentan una crisis profunda: infraestructura deteriorada, carencias tecnológicas, falta de docentes, inseguridad en los entornos educativos y currículos desactualizados. Los jóvenes se gradúan con menos herramientas para competir en un mundo global y cada vez más exigente. Un país que descuida la educación firma su propio retroceso.

Acceder a atención médica digna parece cada día más difícil. Hospitales sin medicinas, falta de especialistas, demoras interminables, corrupción en insumos y un sistema que se desmorona ante cada emergencia. La salud es un derecho, pero en la práctica se ha convertido en un privilegio: quien tiene recursos se atiende; quien no, simplemente espera… o se resigna.

El verdadero drama es que los ecuatorianos sienten que las autoridades no escuchan, no reaccionan, no coordinan. La gente no espera perfección, espera liderazgo. No exige milagros, exige gestión. No demanda discursos, demanda soluciones. Ecuador necesita políticas claras, continuidad institucional, inversión estratégica y una visión de país que trascienda la pugna política de turno. Y mientras los políticos viven en conflictos, cálculos y discursos, el pueblo sigue esperando respuestas que no pueden postergarse más.

El país está cansado, sí. Pero no está derrotado. Los ecuatorianos han demostrado una y otra vez su capacidad de salir adelante incluso en los momentos más duros.

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