Por: Francisco Escandón Guevara
Luego de promover la Constituyente como oferta electoral y de archivarla al alcanzar mayoría en la Asamblea Nacional, finalmente el gobierno de Noboa tendrá una prueba de fuego el próximo 16 de noviembre.
De las cuatro preguntas planteadas tres son de Referéndum y una de Consulta Popular. Las preguntas de Referéndum (A, B y C) son reformas a la Constitución actual; entretanto la pregunta D correspondiente a la Consulta Popular busca la convocatoria a una Constituyente que elabore una nueva Carta Magna.
Las preguntas de referéndum funcionan como gancho emocional, detrás de ellas se esconde la apuesta central: abrir paso a la vigésimo primera Constitución.
Aunque son pocas las pistas sobre el proyecto de nueva Constitución, el sólo hecho de proponer quitarle la cobertura de salud al IESS, militarizar la seguridad, promover el aperturismo económico y legalizar el contrato de trabajo por horas da luces sobre la naturaleza neoliberal y autoritaria con la que el oficialismo redactaría los textos constitucionales.
Es reconocido que la Constitución de Montecristi es garantista, un catálogo de derechos que desde su aprobación es incómoda al poder. Las élites buscan reemplazarla con un enfoque punitivista, de libre comercio y de mínima intervención del Estado en la economía; hecha a la medida de los intereses de la dinastía Noboa y sus pares.
Nada está dicho, aún nadie puede gritar victoria antes de hora. Mientras se desarrolla la campaña, el gobierno corre el riesgo que la Consulta se convierta en un plebiscito sobre la gestión presidencial, si esto llega a suceder le pasará factura los problemas cotidianos de la gente: la inseguridad, la falta de empleo, la crisis educativa y de salud, la nula obra pública.
Para el oficialismo consolidarse en esta elección es clave para su presente y futuro, de por medio está la continuidad del programa de ajuste con el Fondo Monetario Internacional, los próximos comicios en los que se elegirán alcaldes, concejales y prefectos, pero también lograría oxígeno en miras de una reelección.
Para los promotores del NO, la victoria afirmaría la vigencia de los derechos individuales y colectivos, pero también provocaría un cambio en la correlación de fuerzas que quizás se convierta en el principio del fin de la polarización política que ha secuestrado al país.
El pueblo tiene la última palabra: se impone el miedo y se agranda el poder del caudillo o se respetan los derechos y libertades.






