Por: Fabián Cueva
Las actividades que realizamos los seres humanos, tanto individual como colectivamente, dejan: satisfacción, desagrado, dudas, indiferencia, expectativas. La última consulta nos dejó de todo, razón para analizarlas y comentarlas.
El Sí o el No, calculadas globalmente: 41,55% y 58,45% en su orden, dejaron conclusiones que nos obligan a pensarlas con profundidad. Nuestro interés, abrir pautas que acogidas o no, deben alejarse de un simplismo o reduccionismo, para ser totales o globalizantes, en la búsqueda de soluciones reales a tantos problemas del país.
El proceso y los resultados no han sido evaluados debidamente. Otra vez llegó la improvisación y ligereza, seguramente no creen en ese mecanismo idóneo por su utilidad, transversalidad, causalidad, transparencia, participación. Con una pregunta a cualquier maestro hubiesen escuchado: para obtener buenos resultados se requiere evaluar antes, durante y después del proceso. Al Gobierno también hay que enseñarlo.
Ciertamente en política la evaluación es muy difícil. Analizar el desempeño de la acción pública, medir eficiencia, eficacia e impacto son ejercicios complejos pero que deben hacerlo. Sentirse derrotados es un error, es dar razón a quienes con festejo eufórico y hasta desequilibrado lo hacen incluso en sagrados recintos de la patria.
Para plantear la consulta, una política pública más, seguramente no acudieron para respaldarse en la “Guía de la Evaluación de las Políticas Públicas”, documento que contiene conceptos básicos y complementarios del proceso: programa, diseño, ejecución y evaluación; como también formas de asimilar y responder a los resultados de manera inmediata, con ideas para cambios de rumbo.
Si bien, todos tenemos derecho a equivocarnos, creemos que anuncios y hechos previos a la consulta provocaron dudas y luego caos interno en los votantes, y aún más, en el gobierno, tanto que las nuevas acciones lo delatan. Rectificar necesidad imperante.
Para tomar las nuevas decisiones, seguramente no se aplicaron: la coevaluación, técnica interior para establecer el trabajo de los altos funcionarios señalando seriamente lo realizado, tampoco la autoevaluación del presidente por su implicación en aspectos emocionales y de autoestima, igual de su ego: superioridad, inseguridad o conflicto, asunto que nos lleva a recordar al personaje innombrable, el del decenio 2007-2017, que atrevidamente en días anteriores dijo: “Ecuador venció al odio”. Por último, se debió aplicar la heteroevaluación: aportes de académicos y gente de pensamiento claro y honesto.
El mensaje de fondo: “Se humilde para admitir tus errores, inteligente para aprender de ellos y maduro para corregirlos” (Siembra de palabras).






