Por: Alfonso Espín
A nombre de “los tiempos han cambiado”, todo es permitido y aun lo natural se vuelve anacrónico. Así en el caso de las preferencias sexuales, ser heterosexual puede ser visto como aburrido y anticuado, sin posibilidades de ser popular y gozar del aprecio de los demás, que por el contrario, miran con admiración y “respeto” a quienes han decidido tomar una identidad de género no coincidente con el sexo que les fue asignado al nacer.
Muchos artistas, videojuegos y redes sociales, suman en este cometido de millones de seres humanos, que detrás de la “libertad de pensamiento y vida” deciden optar por esta usanza, que les vuelve más asequibles en su entorno social.
Bad Bunny, por ejemplo, llena estadios a los que la gente viaja desde distintos destinos internacionales para verlo, y es considerado por sus seguidores como un artista único que triunfa por su conexión con la audiencia, sin importar lo que digan las letras de sus canciones, los sinsentidos que contengan o las aberrantes afirmaciones en contra de la mujer, cuanto que representa un fenómeno social que y como en esta sociedad hay que “respetar todo”, el criterio no cuenta.
El derecho a la libertad de decisiones no es el problema, sino que detrás de muchos de estos hábitos hay un peligroso desinterés por la realidad circundante, por los demás, porque el hedonismo a ultranza es parte de esta nueva normalidad, en la que hay que buscar el placer a toda costa, rechazando todo lo que se considere “tóxico” o vaya en contra de la comodidad personal.
Cabe preguntarnos qué va a pasar en un tiempo con la población, si las parejas han decidido no tener hijos o reemplazarlos por mascotas esterilizadas, las que gozan de atenciones superiores a las de millones de seres humanos, sumidos en la pobreza y el abandono. Tal vez se vaya terminando la raza humana y aun la fauna urbana, pero la población actual goce el presente, dejando el futuro para concepciones “estoicistas”.
Saludar y respetar a los padres y maestros era un símbolo de buena formación en tiempos pasados, igual que cursar la universidad con ánimos de “cambiar al mundo”, también mostraba el compromiso de una juventud distinta a la actual, cuyo norte desgraciadamente está en la tendencia “progres”, moda que a nombre de respeto a las libertades personales, lo acepta todo, sin distingo alguno.
Hace poco falleció Rodrigo Borja, uno de los pocos expresidentes de Ecuador que no permaneció fugitivo, ni tampoco fue acusado de deshonesto y que creyó en el esfuerzo para sostener una tendencia ideológica desde sus años juveniles y terminó aportando con sus letras hasta sus últimos días. Tal vez entre los “progres” no es valioso ni importante este tipo de contribución, cuanto las altaneras manifestaciones que rompan todo canon establecido.
De hecho suenan sinsentidos, se dicen de izquierda, para ser parte de un clisé que indica cómo hay que vestir: con jean “norteamericano”, dejarse una coleta en el cabello, cargar una mochila de marca y leer libros de desarrollo personal y superación, en ocasiones, dejando en claro la hipocresía de cierta ideología “progre” en medio del consumismo capitalista.
En fin, se nos avecina el 2026 y desde cualquier punto de vista, aunque muchos se nieguen a enterarse del mundo, porque les afecta la verdad circundante en su camino hedonista, habrá que abrir los ojos y dar la cara, para romper las burbujas en las que podemos estar flotando y entonces aterrizar en la realidad y poner buena disposición para mejores días, a pesar de todo.




