TATUAJE
Hernán Galíndez nació en Rosario, eso lo dice un documento. Pero desde hace tiempo, mucho antes de cualquier trámite administrativo o convocatoria oficial, su vínculo con Ecuador dejó de necesitar aclaraciones.

El arquero de la Selección decidió marcar en su piel el escudo del país que eligió como propio. No es un tatuaje más ni una postal para redes sociales. Galíndez habló de elección, de pertenencia, de gratitud. Conceptos que en el fútbol, sobre todo cuando se trata de jugadores naturalizados, suelen ser puestos bajo sospecha. Aquí, el arquero decidió responder sin discursos ni debates, con la piel.
Desde lo deportivo, el arquero ha sido más que un nombre en la nómina. Se ganó el arco con actuaciones decisivas, liderazgo silencioso y una regularidad que pocas veces encuentra reemplazo. Desde lo humano, su proceso de naturalización fue coherente con su recorrido en el país, con su vida cotidiana y con su manera de entender el fútbol. Ecuador no fue una oportunidad; fue una elección. Hoy, ese vínculo ya no está solo en los papeles ni en la voz que entona el himno, está en la piel.










