SOÑAR NO CUESTA NADA…¿Por qué los pobres son pobres?

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Por: Fedgar

Esta pregunta, resulta recurrente, sobre todo en nuestro país y en la mayoría de países latinoamericanos. Es sin duda alguna, una pregunta que suena antigua, incómoda y, sin embargo, urgente.

¿Los pobres por qué son pobres? La formulamos como si se tratara de un acertijo moral o de un juicio de valor, cuando en realidad debería ser el punto de partida para mirar de frente a una realidad que hemos preferido rodear con discursos, estadísticas y silencios.

Durante décadas se nos dijo que la pobreza era consecuencia de decisiones individuales, como la falta de esfuerzo, poca educación, desorden familiar. Ese relato, cómodo para algunos, terminó culpando al que menos tiene; justificó desigualdades, diluyó responsabilidades y convirtió la precariedad en una supuesta falla personal. Pero la pobreza, la que huele a calles sin agua potable, la que escucha balas desde un barrio sin iluminación, la que improvisa la vida cada día es, sobre todo, una construcción colectiva. No nace del individuo, nace de la realidad socioeconómica de un país.

Los pobres son pobres porque heredaron un modelo económico incapaz de incluirlos. Porque por generaciones se les negó educación de calidad, acceso a tierra, crédito, salud, oportunidades reales. Son pobres porque un Estado débil permitió que la riqueza se concentrara en pocas manos y que la política se volviera un espacio de privilegios, no de servicio. Son pobres porque la movilidad social en Ecuador sigue siendo la excepción, no la regla. Y, sobre todo, son pobres porque la indiferencia nacional ha sido un muro más alto que cualquier política pública.

También están los otros factores, la geografía que aísla, el color de piel que discrimina, el apellido que abre o cierra puertas, la violencia que destruye los pocos caminos hacia adelante. Pobreza no es solo falta de dinero, es la falta de horizontes. Y eso no se resuelve con bonos temporales, sino con una revolución silenciosa que empiece por reconocer la dignidad humana como el motor de todo proyecto nacional.

Decir que los pobres son pobres porque quieren es una crueldad disfrazada de meritocracia. La verdadera pregunta es por qué seguimos permitiendo que tantos sigan siéndolo. ¿Qué pacto social, qué indiferencia, qué renuncia nos ha llevado a normalizar un país donde nacer en una cuna u otra determina, casi por decreto, el futuro de una persona?

Como soñar no cuesta nada, mientras no nos duela la pobreza ajena como si fuera nuestra, seguiremos siendo un país que mira hacia otro lado. Un país que todavía no ha comprendido que la dignidad es la primera riqueza. Y que, cuando falta, lo que se empobrece no es solo una familia, es la nación entera.

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