Por un periodismo cabal, sin adjetivos

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Por: Alejandro Quejereta

Alguien me preguntó recientemente si creía correcto que Gabriel García Márquez defendiera tanto el sistema político de su amigo Fidel Castro, como lo hace en su crónica ‘Fidel de cabo a rabo’. El poder y quienes lo ejercen despiertan en muchos periodistas una particular fascinación.

En García Márquez es evidente. Le tocó vivir (desde el trato y la perspectiva de su clase dirigente, de su élite política) la revolución cubana. Nunca compartió esa experiencia sobre la base del contacto directo con la población cubana que hacía o detestaba el fenómeno revolucionario.

El Castro y la revolución que aparecen en sus textos están, a mi juicio, tan ficcionalizados como su Macondo, el condado de Yoknapatawpha de Faulkner o la Santa María de Onetti. ¿Dónde comienza y dónde termina el personaje real de Castro y dónde comienza y termina el de novela?

El costo de esa relación, en positivo o negativo, lo dirán sus lectores cuando tengan a su disposición una historia más equilibrada de ese personaje y el proceso político que encabezó. No hay que olvidar los poemas que escribieron Borges y Neruda a la revolución rusa, Lenin y Stalin, y que hoy son lectura solo de sus estudiosos o de sus críticos.

El término “periodismo militante” suele confundirse con “periodismo partidista”. Se puede “militar” en defensa de los derechos humanos; sin embargo, cuando uso los derechos humanos como pretexto para justificar la actuación de determinado grupo político o partido, ese acondicionamiento lastra la calidad ética del texto resultante.

Ilyá Ehrenburg (testigo de la revolución rusa, la guerra civil española y el holocausto) llamaba a sus compatriotas a “matar alemanes”. Cuando organizaba la revolución de los cubanos por la independencia de su Isla, José Martí sostenía la tesis de llevar adelante “una guerra sin odios”. Utópico o no, la segunda actitud me parece la mejor.

Es imposible que quien ejerce esta profesión pueda sustraerse de sus creencias religiosas o políticas, o de cualquier otro tipo, en sus textos. Sin embargo, suscribo el punto de vista sobre el tema que antepone a todo lo honradez. A partir de la honradez y la decencia, a pesar de militar en determinada ideología o credo, es que se puede hacer un periodismo cabal, sin adjetivos.

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