Ya estamos en diciembre, el último mes del 2025. La familia, la sociedad se apresta a vivir la temporada navideña; y como todos los años, el comercio se dinamiza: los almacenes y centros comerciales nos ponen en alerta sobre los gastos de temporada, regalos, adornos, cenas y otras exigencias propias de este mes. Para las familias cristianas, es el tiempo del Adviento, período especial de preparación para celebrar con recogimiento y espiritualidad el nacimiento del Niño Jesús. Al fin y al cabo, la Navidad se trata del “cumpleaños” más significativo y trascendental de la historia.
¿En esta temporada, las ciudades, los hogares, los barrios se volverán a vestir de luces navideñas, multicolores, dinámicas? ¿Los ventanales y balcones lucirán diferentes y llamativos por la temporada festiva? No importa si sube la factura de consumo de energía. Armar el árbol navideño es un ritual familiar que llena de emoción a los niños, porque la Navidad es, sobre todo, una fiesta infantil que les entusiasma y la esperan.
En Riobamba, es la temporada de los pases del Niño, de las novenas barriales, institucionales y familiares en la que se funde la generosidad de los anfitriones, los villancicos, la reflexión colectiva de pasajes y textos bíblicos, los compromisos para la semana y otras iniciativas de convivencia, familiaridad y amistad. En el caso del Pase del Niño que se lleva a cabo el 6 de enero en honor al Niño Rey de Reyes, una celebración subyacente de fe y religiosidad, cada año va cobrando más relevancia y presencia nacional, sobre todo a partir del 2018, año en que esta fiesta religiosa y popular, una de las más representativas de la cultura de la ciudad y del país, fue declarada patrimonio cultural inmaterial de Ecuador.
Lamentablemente, el legado de este año 2025 que está por terminar deja un saldo negativo en muchos aspectos: la inseguridad a causa del auge delincuencial que últimamente se ha convertido en una constante y creciente amenaza a la sociedad ecuatoriana; en lo político, la consulta popular y el referéndum que le dejó un mal sabor de boca a Noboa y otros avatares que a lo largo del año se han presentado en la vida nacional en lo individual y en lo colectivo.
Ojalá que el 2026 venga con mejores perspectivas políticas, sociales, económicas y lo más esperado, al momento, seguridad, sin la amenaza del crimen organizado y las extorsiones.






