Por: Sofía Cordero Ponce
La reciente designación de una nueva Ministra de Gobierno ha generado expectativa, pero es un error creer que un cambio de nombres basta para enderezar el rumbo de la administración de gobierno. Los gobiernos no se sostienen en individuos sino en instituciones. Y aunque las instituciones las habitan personas, esas personas ocupan funciones que las trascienden: dependen de políticas claras, equipos sólidos y rumbos definidos. Sin ese marco, cualquier figura —por talentosa o bienintencionada que sea— queda atrapada en la inercia del desorden.
Ocurre, por ejemplo, con la Vicepresidenta, ahora a cargo de la cartera de Salud. Su experiencia técnica es innegable, pero ningún esfuerzo individual puede resolver por sí solo la crisis de medicinas, la corrupción o el caos hospitalario. Para transformar el sector se requiere un Gobierno que trace prioridades y ponga a funcionar una institucionalidad capaz de sostener reformas.
Lo mismo sucede con el nuevo Secretario Jurídico. Su conocimiento puede aportar, pero no reemplaza la necesidad de voluntad política. Ningún asesor puede asegurar que el Ejecutivo respete la Constitución o los tratados internacionales si el propio Gobierno no está dispuesto a hacerlo.
La designación de siete ministros de Gobierno en un año —contando un nombramiento no oficializado— revela una inestabilidad profunda y una preocupante ausencia de estrategia política. Frente a ello, el régimen ha preferido suplir la falta de rumbo con comunicación y propaganda, como si las narrativas pudieran reemplazar las decisiones.
A la nueva ministra le ocurre lo mismo que a los demás funcionarios: no puede ejecutar lo que el Gobierno no tiene. El diálogo que promete será inútil si el Ejecutivo llega a la mesa sin una agenda, mientras los actores sociales, y las autoridades locales sí la tienen. El descontento expresado en las urnas el 16 de noviembre demuestra que la represión no construye gobernabilidad. Dialogar con quienes expresaron su rechazo es el único indicio real de transformación, no solo discursiva, sino estratégica.










