Por: Francisco Escandón Guevara
A partir de la derrota sufrida en el referéndum y la consulta popular, Noboa guarda silencio y precipita una crisis de gabinete, mientras sus hooligans disimulan el fracaso repitiendo el cliché «no hay ganadores: perdió el país».
Son mentiras. Los resultados de las cuatro preguntas son claros, el pueblo votó NO para frenar al proyecto político de Noboa, que pretende subastar la riqueza nacional a privados, recortar derechos individuales-colectivos y consolidar el autoritarismo como forma de gobierno.
Cuando el oficialismo daba por seguro el triunfo, a la camioneta de Daniel se subieron políticos oportunistas de vieja data, expresidentes destituidos, partidos que ya gobernaron, periodistas asalariados por Carondelet, famosillos de redes sociales, el propio Fondo Monetario Internacional y hasta la administración Trump; todos ellos son los perdedores.
De nada sirvieron los bonos, el adelanto del décimo tercer sueldo, el reparto de chanchitos de raza, la visita de la secretaria de Seguridad norteamericana o la inauguración apresurada de la nueva cárcel; esta vez, la millonaria campaña inspirada en el miedo y el odio no pudo imponerse a la racionalidad.
En la otra orilla, entre los ganadores, figuran varias organizaciones y personas que supieron explicar, pedagógicamente, lo que estuvo en juego el 16 de noviembre último. Estos polarizaron la disputa pueblo versus gobierno y convirtieron la consulta popular en un plebiscito sobre la gestión presidencial: Noboa registra sus peores niveles de aprobación desde que asumió.
Erróneamente el correísmo reclama como suyo el triunfo, su ausencia durante la campaña fue notoria; ellos partían del cálculo de contar con un bloque de constituyentes para pactar la impunidad de sus dirigentes a cambio de votos aprobatorios a la Constitución «elaborada por ChatGPT».
Las señales postelectorales del gobierno son poco alentadoras. Además de los cambios de un puñado de ministros, Noboa no dice -ni hace- nada para resolver los problemas del país y su gente. Sin autocrítica, todo indica que continuarán la vanidad y la prepotencia, las órdenes del FMI y los negocios de la dinastía presidencial.
Estos resultados abren una puerta para superar la polarización política. Con la resurrección de la Constitución de Montecristi es posible que la disputa política continúe en las calles.








