Por: Fedgar
Para el gobierno y el pueblo ecuatoriano, los resultados de la consulta popular, dejó una fotografía amarga. Un país dividido, desconfiado y fatigado por los discursos que prometen un futuro distinto, pero que no logra concretarse en el presente.
La pregunta, entonces, emerge con naturalidad: ¿Es o no, una prioridad para el Gobierno, unificar al país? Pues, en tiempos de fragmentación, la unidad no es un lujo ni un acto de cortesía: es una condición mínima para que cualquier proyecto de país pueda caminar.
Unificar al país no significa que todos pensemos igual. Significa que podamos avanzar sin dar al traste los anhelos, esperanzas y sueños que todos tenemos. La consulta demostró que la Costa y la Sierra viven realidades distintas, que los sectores populares y los formales interpretan la crisis desde ángulos opuestos, y que la política ha perdido la capacidad de hablar un lenguaje que abrace a todos.
Si el Gobierno no coloca la unidad como prioridad central, gobernará un país fragmentado, donde cada medida será leída como agresión, cada reforma como sospecha, cada mensaje como imposición. La unidad no es un gesto moral, es una herramienta de gobernabilidad.
Gobernar sin buscar unidad tiene un costo, más paralización política, más resistencia social, más aislamiento institucional y menos legitimidad; incluso, para decisiones necesarias. Un país dividido se vuelve ingobernable. Se multiplica la desconfianza, se profundizan las tensiones regionales, y la política se convierte en un campo minado donde cualquier paso puede detonar un conflicto.
Pues, el resultado de la consulta, envió mensajes directos. La Costa reclamó cercanía y atención urgente; la Sierra pidió institucionalidad y claridad; Los jóvenes exigieron oportunidades reales, no discursos motivacionales y las zonas rurales demandaron respeto y presencia del Estado. Entonces, unificar al país requiere escuchar estas voces sin jerarquizarlas. No hay unidad posible si una parte del país se siente vista y la otra ignorada. La unidad no se construye solo con palabras. Requiere gestos visibles, diálogos reales con sectores dispares, acuerdos legislativos que trasciendan banderas, políticas públicas que integren regiones y no las enfrenten, una comunicación menos confrontativa y más empática y decisiones económicas que no castiguen siempre a los mismos.
Como soñar no cuesta nada, para curarnos en sano y se pueda empezar a reencontrar el hilo que nos mantenga unidos, en medio de la incertidumbre de estos tiempos, soñemos en una unidad sin condiciones y en un trabajo en equipo.






