A comienzos de su administración, el alcalde John Vinueza puso a consideración de la ciudadanía, un documento denominado Riobamba 500K, generado en la Dirección de Gestión de Planificación de la Alcaldía. como una “herramienta de planificación para el desarrollo sostenible del Cantón Riobamba, con el “objetivo de alcanzar una población próspera y vibrante”. Se trataba, sobre todo, de una propuesta para soñar en una Riobamba del 2035, próspera, una ciudad “modelo de desarrollo integral, donde la modernidad se fusiona armónicamente con la preservación de su rica herencia cultural”
“Nuestro plan —nos decía el alcalde — se centra en construir un futuro sólido y próspero para todos” a partir de los siguientes ejes: Desarrollo Integral, Participación Ciudadana, Educación y Cultura y Desarrollo Económico Sostenible. Y se comprometía “a trabajar incansablemente para convertir estas propuestas en acciones concretas”
Nos contagiaba de entusiasmo y de sueños cuando en “La visión 500K de Riobamba no solo se enfocaba en la infraestructura física, sino también en la creación de una ciudad ecológicamente sostenible… una “Riobamba como un referente en resiliencia climática y cuidado del entorno… “
Y hay más para seguir soñando con el Plan 500K. “Al 2050 ser una ciudad Latinoamericana modelo, basada en el desarrollo, crecimiento y sostenibilidad orientada al reciclaje, turismo, innovación tecnológica, con principios de equidad territorial como otra forma de justicia social, amabilidad y buenas prácticas institucionales como ciudadanas”
¿De quién depende hacer realidad estos sueños? La respuesta la daba el mismo documento soñador: “…dependerá de la colaboración efectiva entre el sector público, privado y la comunidad, así como de la implementación coherente y sostenida de las estrategias planteadas”. Esto último —la implementación, ejecución— es responsabilidad plena del equipo alcaldicio de hoy y de los que vendrán. Y un soñador añadiría, de una administración limpia y transparente que genere confianza y credibilidad en la ciudadanía, sin el cáncer de la corrupción.
Lamentablemente, al parecer, el Plan 500K es letra muerta, se quedó como un hermoso sueño. Nada o casi nada se ha hecho para para convertir las propuestas en acciones concretas. Pero, aún hay tiempo, aunque poco, para que la actual administración retome el espíritu de este plan e inicie su concreción. Y también para que las futuras autoridades lo asuman con la seriedad que merece. Cualquier proyecto de ciudad solo es posible con voluntad política, gestión técnica rigurosa, transparencia y un compromiso colectivo de largo plazo.
Riobamba merece más que promesas. Merece hechos. Y merece que sus sueños —los de ayer, los de hoy y los que vendrán— no queden condenados a dormir en un documento olvidado. Porque una ciudad que deja de soñar, también deja de avanzar.








