Por: Sofía Cordero Ponce
Resulta absurdo y peligroso que, en pleno siglo XXI, algunos gobernantes pretendan retroceder en derechos conquistados a lo largo de siglos. Los derechos no son una concesión del poder ni patrimonio de una ideología: son fruto de luchas sociales que han construido un consenso básico sobre lo que significa vivir con dignidad.
El reconocimiento de derechos en el mundo occidental fue un proceso histórico y acumulativo. Primero, los derechos civiles y políticos —como la libertad de expresión, el voto o el debido proceso— limitaron el poder del Estado. Luego, los derechos sociales, económicos y culturales reclamaron igualdad frente a la pobreza y la exclusión. Finalmente, los derechos colectivos o de tercera generación —como la paz, el medio ambiente o la autodeterminación de los pueblos— ampliaron la idea de justicia hacia la solidaridad y la vida común.
El reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos indígenas marcó un punto de inflexión en el mundo. En Bolivia y Ecuador, las luchas de las organizaciones indígenas lograron que el Estado se declarara plurinacional reconociendo la existencia de múltiples naciones y culturas. Sin embargo, la plurinacionalidad en ambos países nunca ha implicado separatismo, porque los pueblos indígenas no lo anhelan. Para ellos, es un horizonte en construcción, que expresa una aspiración de convivencia y reconocimiento mutuo. Ese horizonte está siempre amenazado por la falta de comprensión: pocos han intentado entender qué significa realmente, desde la mirada indígena, ese proyecto de Estado.
En Bolivia, el nuevo Gobierno corre el riesgo de arrasar con conquistas históricas en su afán de desmontar el legado del masismo. Aunque este degeneró en autoritarismo y corrupción, ello no justifica revertir un proceso de inclusión cultural y de derechos. En Ecuador, tras el autoritarismo correísta que persiguió a los pueblos indígenas, el peligro es repetir esa lógica al criminalizarlos. En ambos países, el poder amenaza con borrar las conquistas que sostienen una democracia diversa y que busca ser más igualitaria.








