SOÑAR NO CUESTA NADA… Lo que debemos aprender

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Por: Fedgar

Los ecuatorianos tenemos mucho que aprender, especialmente de aquellos países que ha progresado significativamente, hasta convertirse en referentes no solo regionales, sino mundiales. Pues, en apenas cuatro décadas, China pasó de ser un país rural y empobrecido a convertirse en una potencia capaz de marcar el pulso económico global. No se trata de idealizar su modelo, ni de ignorar sus tensiones políticas, sociales y geoestratégicas. Se trata de observar con serenidad qué lecciones deja esa transformación, para países como el Ecuador, tantas veces atrapados entre el lamento y la resignación.

China entendió algo esencial: el desarrollo no nace de la improvisación. La planificación estratégica, los objetivos claros y la continuidad de políticas públicas en el largo plazo construyen resultados. Mientras en nuestra región cambiamos de ruta cada cuatro años por vanidad partidista o revancha ideológica, ellos sostuvieron una visión de país. Esa disciplina no garantiza perfección, sin duda, pero sí genera avances acumulados.

Hay otro aprendizaje evidente. China apostó por la educación como motor de movilidad y competitividad. Formó científicos, ingenieros, técnicos y emprendedores que hoy lideran industrias de vanguardia. Invirtió en conocimiento, no como discurso populista sino como cimiento del progreso. En nuestras tierras, aún confundimos educación con trámites, y títulos con sabiduría. La ciencia sigue esperando prioridad, mientras se celebra más la astucia que la preparación.

También supieron combinar Estado y mercado de forma pragmática. Ni el dogmatismo estatista ni la política liberal en absoluto; es una mezcla racional, que buscó eficiencia, resultados y capacidad de competir en el mundo real. Nosotros, en cambio, solemos enfrascarnos en discusiones estériles, atrapados en bandos que defienden modelos sin mirar la evidencia. La ideología, cuando se vuelve muro, termina asfixiando al desarrollo.

Sin embargo, no todo es imitable. El control político, las restricciones a libertades y el peso del aparato estatal en la vida ciudadana son temas que exigen distancia crítica. Nuestro desafío no es copiar, sino absorber lo útil sin renunciar a valores democráticos. Construir progreso con libertad, crecimiento con justicia, modernización con dignidad humana. Esa síntesis es compleja, pero necesaria.

Como soñar no cuesta, construir sueño requiere de decisión. Quizás, lo más profundo que deja el caso chino es una invitación a creer en la capacidad de transformación. Nada estaba escrito para ellos, como nada está escrito para nosotros. El atraso no es destino inevitable. La pobreza no es marca de origen perpetua. Los pueblos también se reinventan cuando hay voluntad colectiva, liderazgo serio y sentido de propósito. Es hora de dejar la mediocridad y unirnos bajo propósitos firmes y comunes.

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