VIOLENCIA
Carmen tenía apenas 16 años cuando conoció al hombre que la violentó hasta dejarla parapléjica. Originaria de una comunidad indígena de la Amazonía, su historia refleja una de las caras más duras de la violencia de género en el país. Sobrevivió al femicidio, pero las secuelas físicas y emocionales permanecen.

Según los datos recogidos por la Fundación Aldea, entre el 1 de enero de 2014 y el 22 de mayo de 2025, 147 mujeres fueron asesinadas por razones de género en la región amazónica, incluyendo un caso de transfemicidio. Detrás de esas cifras, se cuentan vidas truncadas, familias desintegradas y comunidades enteras golpeadas por el dolor y la impunidad.
Carmen vivía con sus padres en una comunidad de Morona Santiago. A los 16 años conoció a un hombre mayor, quien se ganó su confianza, la sacó de su entorno y la llevó hacia la Costa. Desde entonces, su familia perdió el contacto. En 2023, la joven fue brutalmente agredida sexualmente por el hombre y varios miembros de su familia. Los vecinos escucharon los gritos, pero nadie intervino, por miedo. Al día siguiente, fue hallada inconsciente, sin ropa interior y con signos de violencia. La familia del agresor intentó justificar el hecho asegurando que “se había caído”.
Carmen fue trasladada a un hospital local y posteriormente a la provincia del Azuay, donde permaneció en cuidados intensivos. Una imagen difundida en redes sociales permitió que sus padres la reconocieran y solicitaran el alta voluntaria para trasladarla de regreso a la comunidad, con la esperanza de tratarla con medicina ancestral.
Hoy, Carmen sobrevive gracias al apoyo de la Corporación de Mujeres Amazónicas del Ecuador, que ha gestionado insumos médicos, acompañamiento psicológico y denuncias ante las instituciones del Estado. Sin embargo, su estado sigue siendo delicado: no puede caminar y apenas logra pronunciar algunas palabras.
De acuerdo con Aldea, las víctimas de femicidio en la Amazonía —como Carmen— son en su mayoría mujeres jóvenes, con una edad promedio de 24 años, mientras que a escala nacional el promedio asciende a 35. Además, desde 2020, se ha registrado que al menos 163 niños, niñas y adolescentes quedaron huérfanos a consecuencia de estos crímenes en la región amazónica.