Por: Manuel Castro
Frente a la posición del Gobierno de poner fin al paro nacional, pues hay violencia en el mismo y afecta a la economía y seguridad del país, y la de los dirigentes de mantener el paro indefinidamente mientras no se atienda sus demandas al momento ampliadas no solo a la revocatoria del decreto sobre la eliminación del subsidio al diésel, sino la rebaja del IVA, fin de la política extractiva (petróleo y minería) y otras permanentes demandas de educación, salud y seguridad, hay voces serias -no de las otras, correístas y crimen organizado- que exigen un diálogo como medio de restaurar la paz y concordia en el país y continuar la senda del trabajo, emprendimiento, seguridad, desarrollo económico, empleo.
Un diálogo formal debe tener lugar no solo entre el Gobierno y la Conaie, sino también participar en el mismo los empresarios, organizaciones de trabajadores, sociedad civil, sin olvidar que el Gobierno -por lo menos eso es lo que se aspira- es de todos los ecuatorianos, es el que administra y guía al país, por su origen democrático y legítimo. Un diálogo formal exige que la comunicación sea directa y el resultado exitoso; exige pautas más rígidas que una simple conversación, con cierto protocolo implícito que ordena y secuencia el diálogo. El tema debe conocerse con anterioridad, con un orden acordado, cuidadoso en el uso del lenguaje, con adecuadas formas de cortesía, y con elementales conocimientos del orden técnico, sin descuidar las diferencias jerárquicas, pues en el caso es entre gobernantes y gobernados, sometidos sin discusión a la Constitución y leyes vigentes en el Ecuador.
Los dirigentes de la Conaie -entre que sí o no- consideran un posible diálogo, pero sin admitir en dejar sus demandas. Lo referente a la supresión del subsidio del diésel tiene aceptación casi nacional, inclusive las compensaciones en transporte y ayuda a los agricultores están en vigencia; lo del a aumento al IVA fue aprobado hace algún tiempo y sus ingresos constan en el presupuesto del Estado, su fin es conocido y toca al Gobierno, que es mandatario del pueblo, dar una veraz explicación de cómo fue aplicado en la cuestión seguridad. Por tanto, un diálogo justo debe contemplar la realidad, buscar la concordia y la paz, deponer cualquier enfrentamiento o sanciones y buscar soluciones conjuntas a los problemas económicos, sociales, de pobreza y desempleo, sin exigencias irreales o acuerdos que difícilmente se cumplirán. La Iglesia y otros organismos que piden que las partes cedan en sus posiciones, en abierto diálogo, no precisan -y es comodidad política-qué deben ceder cada una de las partes.
Los líderes del posible diálogo deben ser capaces de obtener cambios o resultados que mejoren la vida de los demás. Su objetivo debe ser contribuir de manera positiva para la resolución de un problema, lo que exige personas fuertes, decididas y con talento. Tenemos como ejemplos a Lincoln, Churchill, Roosevelt, Mandela, Gandhi, Luther King, a nivel mundial; García Moreno, Alfaro, Velasco Ibarra, Galo Plaza, Ponce Enríquez entre otros ilustres ciudadanos en el Ecuador, sin ser mezquinos en no reconocer sus liderazgos.